Pediatras de Atención Primaria advierten del aumento de casos de niños con retraso del habla y del lenguaje por un uso excesivo de pantallas en general (tabletas, móviles, etc.). Cada vez más los niños muestran déficits en el vocabulario de los y también se detecta cierta irritabilidad.
Los retrasos del lenguaje han existido toda la vida; es cierto, pero cada vez es más frecuente ver en nuestras consultas a niños menores de tres años con este tipo de retraso, a la vez que son también adictos a las pantallas.
Es algo que desde la pandemia todos los logopedas hemos detectado un aumento desproporcionado del retraso del lenguaje. En un principio, todos pensábamos que estos retrasos eran sólo consecuencia de las mascarillas que casi llevábamos todos los adultos. No se nos ocurrió que los niños que se encontraban entonces en el momento álgido del desarrollo de su lenguaje tenían por «canguro» las pantallas digitales, ya que los padres teletrabajaban y los «canguros habituales» estaban encerrados en su casa como el resto de la población. Nadie pensó que este uso excesivo de las pantallas, además de la poca interacción con el niño, ya que la mascarilla representaba, ciertamente, un estorbo notable para la comunicación, pudiera restringir tanto el intercambio y el feedback que genera la interacción lingüística con los padres, compañeros y tutores de la escuela.
La pandemia puso en marcha, de forma desorbitada, el consumo de pantallas porque era una de las maneras de subsistir todos en casa mientras los padres teletrabajaban y, después de la pandemia, estos niños ya se encontraban adictos a los «canguros digitales» y, sin dar cuenta los padres también se habían habituado a ver a sus hijos menores ante las pantallas.
A veces, vemos a familias que pasean tranquilamente con niños menores de tres años con móviles y/o tabletas que manipulan hábilmente entre sus manitas y que ya ni siquiera nos sorprende con qué ingenio las han aprendido a manejar. Resulta muy grave que estos hábitos se hayan incorporado a las familias de forma tan natural. Los padres no se dan cuenta de la cantidad de horas que sus hijos pequeños pasan frente a las pantallas y esto es un problema realmente severo. Los niños pasan, a veces, muchas horas al día frente a pantallas, cuando las autoridades europeas recomiendan «exposición cero» para los niños menores de tres años y esto empieza a ser un tema de debate nacional.
Hasta ahora parecía que el abuso de las pantallas sólo preocupaba en cuanto a adolescentes, pero desde la pandemia se ha visto y confirmado que también es muy perjudicial para los niños menores de tres años.
El lenguaje se desarrolla gracias a la interacción entre los padres, compañeros o responsables de los niños, ya que éstos actúan como referentes directos y comienza a existir evidencia científica de que el abuso de todas las pantallas disminuye el aspecto expresivo del lenguaje.
De igual modo el exceso de pantallas les comporta inquietud y ansiedad, además de diversas patologías oculares. Es grave que los niños se encuentren hiperestimulados, ya que tienen demasiados estímulos de forma excesivamente rápida; los estímulos los satisface rápidamente y esto los repercute severamente, ya que de mayores estos niños, muy probablemente, no sabrán mantener la atención durante períodos de tiempo más largos. Se ha detectado también que los niños sobreestimulados aprenden muy rápidamente a aburrirse y éste es un problema muy grave; incluso se aburren en el aula.
Los profesionales debemos hacer y damos un grito de alerta, pero son los padres los que deben controlar que sus hijos menores de tres años no se conecten a pantallas. Aunque cabe preguntarse es posible pedir este control si son los propios padres, por lo general, los que llevan siempre el móvil entre las manos. Sería conveniente recordar lo de » vale más una imagen que mil palabras «. Si los padres son los máximos referentes de sus hijos, éstos aprenden cada día que el uso de las pantallas es imprescindible. Sería muy importante que los padres de hoy reflexionaran profundamente sobre esta cuestión.
Por último, diremos que el abuso de pantallas comporta severos trastornos del retraso del lenguaje y sobreestimulación, generando ésta: irritabilidad, ansiedad y trastornos del sueño.
Quizás sí que la pandemia impulsó a la población a utilizar los «canguros digitales» como compañeros de sus hijos para poder teletrabajar tranquilos y así poder sobreportar una realidad desgarradora y muy angustiosa para todos, pero esta pesadilla ya ha pasado haciendo víctimas en millones de niños que tendrán que tratarse de todos estos trastornos. Pero, la pregunta ahora es otra: ya terminada la maldita pandemia ¿hay que seguir permitiendo que nuestros niños se vuelvan adictos sabiendo que esto les comportará estos trastornos tan importantes?
La epidemia de la Covid ha pasado, pero planteémonos si ésta ha comportado una nueva epidemia de adictos a los «canguros digitales», ya que parece ser que ésta cada vez va a más.