Si en la escuela sólo se pone en marcha la aplicación de las tecnologías más avanzadas, pero no se ponen en marcha programas para enseñar a pensar ya cómo aprender y utilizar herramientas de estudio adecuadas para los niños y adolescentes, los estudiantes no podrán mejorar su rendimiento cognitivo y, en consecuencia, sus resultados académicos no serán siempre óptimos”.
Año tras año, los gabinetes psicopedagógicos se llenan de estudiantes que presentan un amplio abanico de trastornos de aprendizaje, como: TEA : «trastorno específico del autismo», TDL : «trastorno del desarrollo del lenguaje de carácter idiopático», Trastorno simple del lenguaje , TDAH : «trastorno de déficit de atención», Dislexia : «trastorno de la lectura y/o escritura», Discalculia , «trastorno a la hora de leer y escribir números», Trastornos de la lateralidad , etc . por nombrar unos pocos. Estos trastornos requieren, evidentemente, de una intervención psicopedagógica específica e individualizada para poder subsanarlos y/o, en el peor de los casos, cuando estos trastornos son de muy difícil resolución requieren que el profesional especializado dé recursos y estrategias específicas suficientes a quien los sufre por irles haciendo frente con la máxima dignidad. Pero no es de este tipo de trastornos que hablaremos aquí, sino de aquellos estudiantes “etiquetados equívocamente” de trastornos inexistentes desde distintos ámbitos educativos.
Son muchas las veces que los padres llevan a sus hijos a gabinetes psicopedagógicos porque refieren que no saben resolver tareas escolares por sí mismos. Algunos de ellos son un grito de alerta que necesitan orientación y apoyo para poder resolver estas tareas con éxito, pero otros son un grito de alerta más grave, ya que están al borde del abismo y llevan escrito en su mirada el desánimo y la inequívoca impronta del fracaso escolar.
ALERTA a no confundir las «no aptitudes de los estudiantes» con la «falta de estrategias de estudio adecuadas» que no se les ha enseñado», ya que a veces el no tener estrategias para estudiar los bloquea y no les deja aprender, causándoles el desánimo, el aburrimiento y la desidía ante el estudio de cualquier materia de aprendizaje.
En ocasiones, estos trastornos etiquetados equívocamente no son más que la consecuencia directa de los déficits de nuestro sistema educativo, de las carencias de no poner en marcha actividades específicas que enseñan a pensar ya cómo aprender y utilizar herramientas de estudio adecuadas con las que los estudiantes pueden fijar los conocimientos y los aprendizajes. Pero si antes de enseñarles estas herramientas ya se les exige que logren los objetivos pedagógicos curriculares propuestos, muchos de ellos fracasan. Los profesionales que tratamos de forma externa estos estudiantes advertimos que son muchas las veces que estos chicos y chicas cuando consiguen aprender herramientas y estrategias específicas de estudio, superan, y con mucho, sus dificultades y que, incluso, pueden llegar a ser brillantes estudiantes que destacan por sus resultados.